La última semana sobraron argumentos para hablar sobre el asociacionismo y cómo nos afecta, pero alguien madrugó más que yo, para darle una vuelta de tuerca más al tema.
El asociacionismo es, por definición semántica, la tendencia a crear un conjunto de personas físicas o jurídicas para un mismo fin. Es decir: independientemente de tu cultura, tu ideología, tu forma de actuar o entender la vida, sentémonos por una finalidad (por ejemplo: representar a colegas, luchar por la ciencia, fomentar el trabajo).
Siempre, siempre, siempre intento aportar un punto de vista neutral. Hablar de pros y contras, dar un contexto global. Pero hay cosas que caen por su peso: la realidad es que yo también soy un convencido del asociacionismo y nadie, absolutamente nadie, va a conseguir nunca que deje de serlo. Es mi dogma personal.
Estamos en una sociedad donde destaca el inmovilismo, el individualismo, la falta de empatía y de conciencia social; ésto afecta a todas las áreas que puedas imaginar, pero el asociacionismo debe ser la más afectada. Pero lo peor es la facilidad para desacreditar categóricamente a aquellas personas que sí quieran hacer algo («para qué«), o fomentar una desmoralización («no puedes hacer nada«).
¿Hay algo en la vida que sea la panacea? Me temo que no. Pero cada cual debe encontrarse con lo que más le atraiga. En mi caso es el asociacionismo, que sí creo que intenta hacer un mundo mejor. Pero, como todo, sé que tiene sus ventajas y defectos.
Sus ventajas
Participación y sensación de pertenencia
Si estás fuera, no cuentas (formas parte de un contexto próximo, pero no del contexto interno). No puedes fomentar ninguna iniciativa, ni participar cuando se decide. Puedes opinar o generar audiencia, pero no eres una porción representada.
Por otro lado, hay que diferenciar cómo quieres participar. Aunque pueda sonar a redundancia, en cualquier organización existen actores activos y pasivos. La decisión de ser activo o pasivo la toma cada uno, y ambos son necesarios y tienen su lugar. Y voz. Y voto. Y por tanto, se pueden representar.
Tus capacidades y tus ideas: tu forma de participar
Si sabes hacer algo o si quieres crear una corriente dentro de una asociación, puedes (siempre que esta asociación esté para eso; no puedes hacer un grupo de especialización en alimentación vegetariana en un club de caza; pero si sabes hacer infografías quizá si puedes ayudar en una asociación que se dedica a la divulgación si se lo propones). Puedes, y ya está. Pasarán los meses, las semanas o los años, pero por lo que has trabajado tendrá un fruto, o una opción. O te pedirán que desarrolles eso que a ti tanto te importaba en otra asociación con más público o con una representación mayor.
Por ejemplo, en muy pocas instituciones se les da lugar a la comunicación y redes sociales, y al final son estos medios los que están transformando la cultura y la sociedad. Encontrar su espacio es importante, y darles opción (y libertad). Si piensas que eso hay que cambiarlo y lo planteas (y, a veces, lo lideras, por aquello de lanzar la primera piedra), podrás demostrar que tu hipótesis era correcta: proponlo y foméntalo.
Aprendes
Los términos «transversal», «participativo», «democracia directa», «asamblea»,… Están de moda, pero son muy abstractos si no los has fomentado, utilizado o sufrido en algún momento. No hay más que intentar sobrevivirlos para saber cómo funciona(n), o hacer de cero unos estatutos (o leerte algunos por primera vez). Y pasa lo mismo con otras muchas cosas que, yendo de la mano contigo mismo, no podrías haber conseguido: organizar una jornada, plantear un proyecto de representación, pedir una ayuda como responsable de un equipo,…
Sus defectos
Tiempo
Y el tiempo requiere sacrificios. Es necesario insistir que no es lo mismo perder el tiempo que invertirlo, aunque requiera una reflexión intensa. Por ejemplo: en una reunión puede parecer que se está perdiendo el tiempo por estar dándole vueltas a terminología, a objetivos o a direcciones, pero al final lo que se intenta (habitualmente) es ser claro en un mensaje o ser lógico en unos ideales. Perder el tiempo es echar la tarde viendo gifs de gatos en internet.
Desacreditación inmediata: carta de pertenencia
Nunca he entendido demasiado bien este fenómeno. Es un clavo ardiendo al que se agarra mucha gente y parece anular cualquier otro argumento. Básicamente: como perteneces a algo, eres culpable de sus errores. O estás completamente a favor de todas sus actuaciones. O debes defenderlo y no eres digno de una confianza o de poder ser tratado como lo serías antes. O tu conflicto es defenderlo a toda costa.
Un colega comenzó a militar en un partido político y, al poco tiempo, colgó en su Facebook una frase: «Parece que ahora cualquier razonamiento que hago, es en base a que soy un chavista bolivariano, no en base a los ideales que defendía antes de pertenecer a cualquier organización política». Pues eso. Pertenecer a otras asociaciones (carta de pertenencia) se ha utilizado para desacreditar a cualquiera sin utilizar ningún otro argumento desde que el mundo es mundo.
Los egos
El gran enemigo del asociacionismo es el ego. Porque es una contraposición: Si hasta ahora se define la participación como juntarse (independientemente de cómo es cada miembro) para conseguir un fin cooperando, los egos imponen un cómo (cómo ser, participar, actuar, comunicar) para conseguir un fin (y probablemente con una falsa cooperación).
Por desgracia, provocan siempre lo mismo: cortan radical y conscientemente la participación, eliminan cualquier mínima democracia y tienden al secretismo, con una obsesión de control cercana al TOC. Y mienten.
Y quizá son modos de llegar a una meta. Pero cada cual con su conciencia (que para eso está, que trabaje).
Y tres críticas
A los de fuera: «Es que no hacen nada»
Esta es quizá la frase que más me duele. Por dos razones: porque no es cierta y porque quien la dice tiene una visión muy limitada. Y quizá hasta peor que eso: intenta justificar el inmovilismo. ¿Sabéis a qué me recuerda? «Es que los jóvenes no hacéis nada», «Es que manifestarse no sirve para nada», «Es que las plataformas sociales no sirven para nada, si queréis cambiar algo tenéis que meter la cabeza», «No sé para qué creais nada, no vais a conseguir nada», «Es que son igual que los demás» (y así, por los tiempos de los tiempos, las mismas bocas dicen las mismas críticas vacías). Son frases muy de cuñado en la cena de Navidad.
De aquí también nace el «Tienes que«. «Tienes que crear esta línea, tender a esto que es lo que yo quiero». Si es lo que tú quieres, ¿por qué no lo haces tú? Implicarse no da sarna y si todo está en contra el camino es aún más interesante. Y por atreverse no pasa nada, el no ya lo tienes.
A los de dentro: «¿Y si entra alguien y cuando lo hemos formado decide que es demasiado trabajo y se va?»
¿Y si no? ¿Y si estalla una guerra nuclear mañana? ¿Y si mañana la Luna nos quiere abrazar y nos aplasta? ¿Eh? Los cambios son positivos. Es más, vehiculizar las ganas de trabajar integrando en equipos ya formados o con experiencia es sano para los que estaban (probabilidad de delegar mentorizando el proceso) y para los que pasan a estar (sensación de pertenencia, de acogimiento: mayor participación y motivación).
El falso compromiso y el doble rasero
Está muy bien ser voluntario. Está genial, felicidades: perteneces a un porcentaje reducido de la población. Pero ojo: participar es un compromiso. Esto no va de que «entro en un sitio y así lo puedo poner en el Currículum«. Esto va de que si entras en un sitio debes cumplir tu compromiso de trabajo, esté fijado o no en unos estatutos. Un compromiso es ir a una asamblea o delegar un voto si no puedes ir. Es hacer lo que puedas por estar orgulloso de lo que se ha hecho y ponerte en la foto cuando lo merezcas, no porque así crecen tus followers. Esta es una falsa participación: un falso compromiso. Porque estar y no acudir o responder cuando se te espera es una falta de respeto.
Y hay que saber entrar, pero también salir. Hay que saber cuando se está cansado y cuándo se puede responder a lo que se espera. Dimitir o delegar no es una batalla perdida, no es continuar con menos honores; en muchos casos es ser muy, muy responsable y respetuoso con los representados. Y al final, el asociacionismo no va de honores, a de construir camino cooperando por un fin, y más entretenido si somos 300 en lugar de 3.
Y, por último, no pensemos que una asociación es mejor que otra porque seguramente todas serán necesarias. O que una persona es mejor o peor por pertenecer a más o a menos. Y si alguien es capaz de criticar vorazmente a una entidad que revise que antes tiene su casa limpia y no se sorprenda si alguien le devuelve la moneda.
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Creo que la gente que ha construido asociacionismo merece un eterno respeto y apoyo. ¿Esto es corporativismo ciego? No. Es apoyo. Es respeto. No es alineamiento absoluto a un eje y falange espartana. Aunque hay gente que sé que no diferencia entre estos conceptos.
Me encantaría poder votarte para las próximas elecciones de nuestros colegio, en calidad de presidente. Piénsalo. 😉
Deseo que los egos, ausencias, silencios, mentiras, tergiversaciones, TOCs, secretismo, elitismo, conservadurismo… te curtan más que te quemen o te contagien, para tallar a un buen líder del que te tienes madera. Pero cuidado, que la madera se seca y se quema con facilidad, con el riesgo también de pudrirse.
Gracias por tu trabajo.
¡Hola y gracias por pasarte! 😉
Y por el halago, faltaría más. Lo cierto es que cualquier defecto del asociacionismo quema. Quema, es así. Cansa, limita. Pero las ventajas superan cualquier escollo. Más que nada porque la gente que es partícipe acaba siendo hombro en el que apoyarse para conseguir los fines y las metas propuestas.
No sé si soy madera de nada (de roble o de alcornoque). Pero cualquier árbol necesita raíces, nutrientes, un ambiente proclive al desarollo. No sé si volveré a la representación (ahora mismo, ganas ninguna) y si lo hago es por responsabilidad. Tampoco sé si lo haré con un cargo de más responsabilidad (no lo creo, la verdad). Lo que sí sé (y aquí viene el por qué de las «raíces, nutrientes, ambiente») es que lo primero y más importante es tener un equipo que te haya elegido para cualquier función (a ti, a mí o a cualquier otro), porque no es lo mismo sentirse con las ganas de hacer algo que sentirse respaldado para hacerlo. Y aunque ambas son necesarias, la segunda es la que consigue los grandes cambios.
Gracias por pasarte, espero verte pronto 😉 ¡Un abrazo!