«Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» decía Jesucristo, vía San Juan (Jn 8; 32). Frase más que conocida. Pero, ¿y la que sigue? Menos, ¿verdad? Le responden: «Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?» (Jn 8;33).
Bien, salvando las distancias, ¿que a qué viene? A que la verdad (entendiéndola como realidad o juicio que no se puede negar racionalmente) fomenta libertad en el momento en el que crea conciencia sobre una cuestión, a partir de la que se puede emitir un juicio o tomar una decisión. Por ejemplo: ¿Esa baya? Es venenosa. Con la información eliges si comerla o no, sabiendo que quizá no sea lo más conveniente porque es venenosa.
¿Y por qué vulnerables en la era de la sobreinformación? Porque de libres tenemos lo que de piernas las piedras.
Sé que es un tema transversal en lo que suelo publicar. Que si el mercado es más libre que tú, que si el ambiente obesogénico campa a sus anchas, que oye la moderación te la quisieron enseñar, que igual tasar ya tal… Pero estas semanas ha vuelto el debate a la palestra, así que… Sobre alimentación, ¿somos libres?, ¿y vulnerables?, ¿es todo culpa individual, colectiva, hay factores externos o de qué va esto? ¿Quién es el culpable de que coma mal?
¡Es mi propia culpa!
«Soy libre de elegir lo que quiera y mías las consecuencias«, volviendo a qué es la libertad, ¿realmente conocemos la verdad que nos la permita? Me recuerda a la Caverna de Platón; las personas que se pasaban encadenadas desde el principio de sus días interpretaban como verdad (como reales) los objetos proyectados por un fuego; sus sombras hacían interpretar que esos objetos eran así y no había más. Cuando uno escapa e interpreta de forma diferente (con la luz del sol, con más movilidad, ve su reflejo en el agua), se da cuenta de que lo que veían no era verdad y al volver a la caverna a explicarle a su gente lo que había fuera, las verdades chocan entre ellas. Y, alerta de spoiler, le matan.
El campo de visión limitado cuestiona el libre albedrío. Un conocimiento escueto provoca una percepción condicionada.
Los mensajes que llegan son que hay que comer de todo, que luego se compensa haciendo ejercicio, que moderaos, que felicidades ten una tarta, que bajo en grasa y rosa y para un cuerpo 10, que sin azúcar, como si lo hiciera tu abuela, sólo ingredientes naturales, tienes el colesterol alto no tomes huevo. Y boom, cada persona en España consume 111.1 gramos de azúcar añadido al día, uno de cada dos adultos (y la pierna del segundo) tiene sobrepeso u obesidad, damos a luz bebés de 6 kilos pero aquí no ha pasado nada. Circulen. Radicales. Aquí paz y después gloria. Pero Griselda, Melisa y Vicky lo dijeron mejor que yo aquí. No os perdáis este tuit.
En niños es brutal la influencia externa. Brutal y condicionante a un nivel estratosférico. Porque condicionar el consumo con tres años va a provocar un consumo con 23. Es así. Si seguimos educando en la recompensa – pastel y castigo – verduras mal vamos. Fatal. ¿Y entonces será culpa de la educación o de no haberse querido informar? Hay dos respuestas, la fácil y la difícil.
La fácil: Ea, sí, por no haberse querido informar. La difícil: la información que recibe, que en ningún caso es poca, genera unas malas elecciones y encima una sensación alsa de información («hay que comer de todo», «lo importante es que se muevan», «el cerebro necesita glucosa»,…).
Si el objetivo de comer es estar saludable, no tiene la información que requiere para poder tomar sus decisiones en base a la ansiada verdad. Sigue en la caverna. Que haga elecciones malsanas no es (sólo) su culpa. Y lo mismo con los padres del pobre niño o de la pobre niña; seguro que su intención no es «es que así con obesidad estará mejor»; son también víctimas de una desinformación falseada.
¿Es culpa externa?
Ocurre esto. «Los niños de familias pobres sufren el doble de obesidad que los de las ricas en Catalunya». Los factores sociales, como estatus socioeconómico (englobando el poder adquisitivo), estudios (nivel de conocimientos, que también suele implicar el nivel de acceso a nuevos estudios) o tipo de trabajo (más horas para poder comer en familia, para poder cocinar,… generan también peores o mejores elecciones), influyen en que la población tenga un estado de salud mejor o peor. Esto, que parece tan sencillo de exponer, es imposible acusarlo a un factor intrínseco a la persona.
Una persona no elige nacer en el seno de una familia con más o menos recursos, pero ambas familias podrán acceder más fácilmente a una comida basura que resulta más barata. Que comer sano puede ser barato, pero para demostrarlo hay que generar ese interés por la información que no está presente en todo el mundo. Sabemos que una zanahoria o una pera son más baratas que un producto que vienen envasado, pero es que el producto que viene envasado son cuatro, que brillan y están mejor posicionados en el supermercado. Y parece que se come más, que llena más. Que es más alimento. Y parece así porque la información que lo contradice no llega a quien debe de llegar.
Suena raro en la época de la sobreinformación, pero es que resulta que aquí, analizando a 10.287 adolescentes de Europa en 7 países:
The results of this study indicate that overweight/obesity in European adolescents continues to be a public health concern. Furthermore, our findings reinforce previous research that has demonstrated the associations of obesity with problematic internet use and certain socio-demographic factors
Internet es un océano de información. Alguna buena por miles de malas. Me recuerda al momento que ocurre en Harry Potter y la Piedra Filosofal cuando el protagonista debe conseguir una llave para acceder a una puerta y, posteriormente, encontrarse con Quirrel – Voldemort. Por si acaso no hay fans del momento, vídeo. Con una sala llena, llenísima de llaves, ¿quién no se pasaría media vida probando? Con un supermercado lleno, llenísimo, de opciones malsanas, ¿quién va a por la pera o la zanahoria? Quien sabe donde buscar o está suficientemente formado como para ello.
Pero no es nada nuevo, Wang y Lim ya lo decían en 2012:
In both industrialized and developing countries, studies suggest that socio-economic status groups with greatest access to energy-rich diets are likely to be at increased risk for obesity and overweight (…) In general, studies show that low-socio-economic Status groups in industrialized countries and high-socio-economic status groups in developing countries are at higher risk than their counterpart
Y coincide que en el incremento en los precios de los alimentos se da en los más saludables; los menos saludables siguen siendo dos cosas: más baratos y más insanos. Esta terminología es la que utilizan Jones y colaboradores (2014) aquí: (Gracias Pablo Barcina por pasarme el paper!)
Our results show that the price of more healthy foods was consistently greater than that of less healthy foods over the period 2002–2012, and that the absolute price gap between healthy and less healthy foods has grown over this period.
¿Y no hay remedio?
El remedio pasa por dotar de autonomía en la elección, que implica rigor en la información que se da y sencillez en el cómo se hace. Hasta que esto no esté, poco se va a avanzar. Esto, que parece tan sencillo, está por hacer en muchos casos. Es ser guía de un camino para aprender a guiarse, bien guiando directamente (en consulta) o haciendo de brújula que diga hacia dónde queda el Norte (desde la prevención y la información a la que accede por derecho y por intento toda la ciudadanía).
A priori, aquellas personas que estuvieran mejor formadas académicamente, que tuvieran un poder adquisitivo mayor y con todas las facilidades del mundo, sí se les podría acusar de que «tuyas las elecciones, tuyas las consecuencias». Si te comes la baya sabiendo que es venenosa, es tu elección. Y aún así habría que evaluar la información que han recibido; quizá el «esta baya es venenosa» estaba en un cartel y el que va a consumirla es invidente, por tanto la información existe pero no en el formato que esta persona necesitaría.
Pero, ¿en la población que es más vulnerable? Sentenciar que son culpables de sus peores elecciones (en cuanto a elecciones alimentarias) no es de rigor, porque sus tasas de obesidad y salud están muy, muy condicionadas a la desinformación. ¿Cuál es su realidad? La que se comentaba antes, desde el mensaje de que hay que comer de todo hasta pasar (al menos en este país) a que no se tiene un consejo alimentario explicado por un profesional dedicado a ello en el Sistema Nacional de Salud (#SanidadDesnutrida).
¿Cómo remediarlo? Pues endureciendo legislaciones, no eximiendo de responsabilidad a la industria por su negligencia y única visión comercial, y con voluntad política. Y con divulgación, mucha, y de la mejor forma que se pueda. Crearnos conciencia de cuándo y dónde se producen las crecidas en patologías relacionadas con los hábitos de vida para poder hacer fuerza en su contra. Porque no, no son por generación espontánea, ni son unifactoriales ni, muchísimo menos, culpa de la ciudadanía que no quiera informarse.
¿Sencillo, no?
Pues no nos queda camino por andar.
jmmp92
Tienes mucha razón con este post.
En ocasiones he hablado con compañeros de otros sectores (actividad física, psicologos, etc.) que somos sectores que se asemejan a David y que estamos luchando contra Goliat.
Es cierto, no podemos echarle la culpa a los ciudadanos (hablo de los profesionales), pero, ¿llega este mensaje a la población? ¿Está sera capaz algún día de saber elegir de manera crítica?
Esperemos que si
Muy buen post!
Comocuandocomo
Hola Chema, ¡gracias por pasarte y comentar!
En realidad, la población podrá ser crítica de verdad cuando se le permita. Quizá tendríamos que pensar si está el mundo hecho para que seamos críticos,… Pero es lo que se debe de cambiar. Igual que ahora hay campañas para evitar sobremedicación, que conduzcas yendo con muchas copas de más o fumes como una carretera, tendremos que conseguir campañas sobre alimentación.
Y entonces la gente podrá elegir de manera «libre». Y aún así habría que luchar contra ese Goliat que es el márketing… Pero ya sería algo nuevo con lo que informar y llegar, luego ya seguiríamos construyendo en esa línea.
Ahora nos queda el día a día y aprovechar cada rato que tengamos para comunicar e informar de lo que sabemos (que no lo es todo, pero es bastante más que la media :D).
¡Un abrazo y hasta el siguiente!