La resaca de un congreso es tan molesta como la del alcohol, conocida por cualquiera: embotamiento, cansancio físico, lagunas mentales que alguien te rellena,…
Estos síntomas se agudizan cuando formas parte de la organización. Y si es un buen congreso, la resaca trae efectos positivos que continúan cuando lo peor ha pasado: una paz que reconstruye las peores sensaciones (de la investigación, que son bastantes), un estímulo que nace del pecho y, sobre todo, ganas de seguir haciendo (¿qué? Lo que sea; es gasolina en la caldera de los ánimos).
Esto ha sido el I Congreso de Jóvenes Investigadoras e Investigadores en Nutrición, nuestro CoJIIN, un espacio en el que avisábamos de que nos sentaríamos a investigar, pero nunca de que sería tan significativo.
La investigación me ha regalado esto. Me ha robado agenda social, tranquilidad, futuro y amistades. Me ha costado orgullo, dignidad, una mandíbula y su férula, dermatitis y tiempo del que no vuelve. Pero aún así vuelvo a abrazarla como una amistad a la que hacía años que no veías, donde que haya pasado no importa tanto como que al final seguíamos donde lo dejamos.
Más espacios nuevos
Hace tiempo que no voy a congresos de los que la organización está fuera de la sala, que sólo entra a moderar la mesa que le ha pagado el hotel, que destaca trabajos que no ha leído, trayectorias que no conocía y dirige un debate de algo que no sabe.
Congresos que pagan, indistintamente industria o asistentes, reuniones que podrían hacerse de otro modo y cuyo contenido nunca se conoce (el programa paralelo de un congreso). Un congreso debería ser un reencuentro donde se venda menos intentar aprender (un 20-60′ no se puede aprender, démonos cuenta) y se muestren más ganas de despertar inquietudes, destacar nuevos métodos a replicar y dar pistas para crear sinergias.
Un congreso con menos ponencias magistrales, y con más espacios donde sentarse a señalar lo que está por venir.
No puedo comulgar y perpetuar un sistema en el que no creo. Perdiéndome cosas y sobre todo a gente, sé que no puedo compartirlo y prefiero no ser partícipe, porque me siento cómplice.
Por eso creo que el programa que ha propuesto el CoJIIN es ideal para quien asistió (perfiles de gente que está empezando, que ha tonteado en la investigación con el TFG o está negociando cómo empezar en su programa de doctorado: jóvenes investigadores), que ha dado fuerzas y estrategias, sin buscar enseñar sólo perfiles triunfadores más allá de intentar reivindicar lo que no parece posible: se puede ser joven, ser Dietista-Nutricionista, doctorarse y además dedicarse a esto como para comer a final de mes.
Últimos compases del primer movimiento
Tengo ganas de abrir la tesis, de terminarla, de mimarla. De empezar algo nuevo.
Curiosamente, ya había ligeras chispas de ilusión en las páginas que estas semanas están creciendo en volumen y datos tras 4 años de investigación, pero ahora se acrecentan oteando en el horizonte un rayo de esperanza. Y digo otear, que es «registrar desde un lugar alto» porque tengo el ánimo por las nubes y porque vamos a hombros de gigantes.
Sobre lo que hablamos allí, que es lo más importante, podréis verlo aquí. Lo evidente de un congreso es que tiene que ser útil, y dar contenido, y el contenido vendrá de voces muchas veces silenciadas por no ser más que los predoc, la mano de obra, las que se quedan como et al o hacen la foto porque no están contratadas.
Las que no llevan tarjeta y sólo bata. Las que no pueden destacar, ni ser sinceras con lo que hacen. Porque trabajar sin cobrar, o ver pacientes sin tener seguro en un hospital, señores, es tan inmoral como ilegal.
Lo que nunca podremos decir por menos evidente es que enviar aquel correo el 15 de septiembre de 2018 me permite hoy respirar más profundo y más tranquilo. Porque a día 24 de febrero de 2020, he trabajado con Lydia, Iris, Luis Bellot, Abril, Eva, Néstor, Mari Cruz, Nico, Marta y Paula, y sacamos un proyecto que nadie esperaba, y que nadie compraba y -creo- ni se comprendía.
Créditos
Sólo una Junta de Gobierno de un Colegio Oficial mostró su apoyo completo desde el principio. El CODiNuCyL, que sin ser ni en su comunidad, apostó porque fuera porque era útil. Otros difundieron, pero dejaron a su suerte el evento. Y otros, probablemente por cuestiones más políticas que coherentes, hubieran preferido que el evento muriera sin existir.
Pero este no será un espacio para la venganza, ni un descrédito que la gente se granjea con sus acciones y donde mis palabras sólo echarían leña a un fuego que arde sin necesidad. Tomamos el ministerio, unas jóvenes que se dedican a la investigación, sin financiación ni garantías. Seducimos a gente en nuestra situación, creamos un espacio seguro, dinámico, que refuerza a quien vino. Y toda esa gente dirá mañana: yo fui al Primer CoJIIN.
Y no será un espacio para la venganza, porque es un espacio para la esperanza: hoy admiro aún más a gente que ya admiraba, porque he tenido la oportunidad de escuchar de labios que no conocía que se puede investigar y vivir y disfrutar, y porque hoy salgo a trabajar con la sensación de que llegaremos aún más lejos.
Y porque como otras tantas veces, envidio a quien estudia hoy, porque tiene herramientas que ni podría haber soñado.
Volveremos, porque hay que seguir estando.
Gracias, Luis. Nos pusiste la primera piedra para comenzar a trabajar juntas en algo que, sinceramente, no esperaba que fuese ni la mitad de todo lo que ha sido. ❤️