(A raíz de una publicación en una fanpage de un colegio profesional, conversación real; 4 de septiembre de 2015)
A: ¿»LAs compañerAs»?
B: Claro, sois personas (…) además, el 82% de la profesión son mujeres, acostúmbrate
A: Edítalo, que no queda bien
B: Para nada, no lo voy a editar por estilismo. Nunca. Es lo justo
A: Es que hay un chico, por los/las
B: No. Sois personas. Es “las personas”. Y, aún así, la mayoría son mujeres. El genérico no es los/las o lxs. Hay que utilizar lenguaje inclusivo.
A: Aún así me suena raro eh, pero como mejor veas
B: (…) Suena raro porque el lenguaje es machista, pero no voy a hacer una publicación por cómo suena mejor un artículo.
En una profesión como la de Dietista – Nutricionista, donde la feminización es más que evidente con una relación de 4 mujeres por cada hombre, lo que sería de esperar es que no sorprenda denominarnos lAs D – N, sin tapujos. También, que esta cuota se mantuviera en los puestos de responsabilidad o en aquellas personas que tuvieran más visibilidad profesional, bien desde instituciones representativas o desde organizaciones.
La denuncia no es nueva, por ello aún más necesaria
En 2014, se habló sobre que la profesión se componía en un 82% por mujeres y un 18% por hombres, cuota que no se correspondía con la composición de ponentes/comisiones de aquel congreso (13′, en adelante, de Aitor Sánchez). Son datos que conocemos de sobra. Desde entonces se ha insistido en el tema: Lucía, Marc en el blog de Lucía, Marc y Lucía. Lucía en FB. Sin embargo, aún hay problemas por resolver. ¿Se ha hecho algo? ¿Se han aplicado cuotas? ¿Se ha normativizado alguna composición de comisiones en base a paridad? ¿Que qué podría ser todo esto?
¿Qué hacer? ¿Cómo hacerlo? ¿Qué ocurre?
Como quería ahondar en esta inquietud para aprender más contacté con la Comisión Feminista de la organización política Totes amb Burjassot (fanpage, twitter). En negrita mis preguntas, en cursiva sus respuestas. ¡A ver qué os parece esta interesantísima conversación!
¿Y esto por qué es?
Misoginia; aunque no sea una misoginia racionalizada, existe. Es un sesgo cognitivo contra las mujeres; una interpretación errónea e ilógica de la información disponible o «lo percibido». Vamos, que la interpretación de «lo percibido» tiene un componente irracional. El problema es que aunque sepas que existe, es difícil librarse de él. No es que haya una menor capacidad intelectual, más bien que procesamos la información mediante intuiciones, prueba/error u otros métodos informales… con los sesgos sociales incluidos.
¿Y este sesgo explicaría uns infrarrepresentación?
Podría hacerlo. Desde infrarrepresentación en conferencias (pongamos que pasa a ser 50-50), que en una materia concreta sólo se invite a hombres, que las comisiones de trabajo se dirijan fundamentalmente por hombre (independientemente de su composición) o que se llame a divulgadorAs para hablar de infancia y a divulgadores hombres como expertos-en-casi-todo.

El diagnóstico coincide, y no sois las primeras que lo hacéis.
Bueno, aunque el sesgo basta para asegurarnos e que la mujer no participa en la misma medida, aún hay más factores que nos dificultan la competencia, partiendo de los estereotipos, como prejuicios inconscientes de «las mujeres son malas en ciencias» -Incieso #Cuander: artículo de ayer: o que son peores en general (desde los seis años ya se aprende a subestimar)-. También la de «profecía autocumplida«, cuando el estereotipo del que hablábamos antes se alimentó desde la infancia, se perpetuó la imposición,…
Lo dramático es que, incluso una vez formada, una mujer se siente «menos» con respecto a tu par varón; se suma la dificultad de ser valorada con la de infravalorarse una misma. Y aquí no acaba todo: se podría hablar del techo de cristal (extensible a cualquier campo) cuando la carrera profesional de la mujer se estanca, porque no se le da la confianza para ciertos puestos de responsabilidad. Y también el techo de diamante, el suelo pegajoso,… Es difícil estar a un mismo nivel que un hombre de base, porque la base es muy distinta. Beatriz Sevilla tiene un buen resumen en Naukas.

Un ejemplo es como cuando compartimos el trabajo de una colega con adjetivos como «guapa» o «nena», o se la felicita de ese modo. No es lo que usaríamos para un colega. O usar los apellidos para ellos y el nombre para ella.
Es que no sólo es discriminatorio, provoca que suceda el propio techo de diamante (acuñado por Amelia Valcárcel en «La política de las mujeres»), que viene a ser valorar al hombre como objeto de aprecio (respetado por sus logros) y la mujer como objeto de deseo. Y así queda subordinada al poder del hombre. De esta manera se impide que se valore a la mujer por criterios estrictamente profesionales, mermando su autoestima de cara a un puesto de responsabilidad. Se dan prioridades a cuestiones como su aspecto, por encima de su capacidad.
La lástima es que tenemos, desde que nacemos, unos estereotipos implantados que dificultan el interés, unos esgos que nos dificultan el acceso y falta por sumar un miedo aprendido a no ser tan buenas como los hombres.
Es una tarea compleja pero, ¿aspiramos a cambiarlo?
Es difícil, no imposible.
El primer paso es tomar conciencia; aunque sean comportamientos inherentes hay vías para mejorarlos. El lenguaje es importante, así que para empezar se debe evitar tratar a tu compañera como si fuera una «chica» y a tu compañero como a un «compañero». Todos sois colegas. El respeto debe ser mutuo.
También inculcar un lenguaje inclusivo: intentar ser sensibles a usar un lenguaje menos machista y masculinista. Por ejemplo, el masculino-singular no es «neutro». Es masculino. Los grandes hombres de la historia son eso, hombres. Y escribían dirigiéndose a otros hombres. El mundo tenía, y tiene, una perspectiva y una percepción masculina. Aunque el español hubiera tenido un género neutro no se habría usado: cuando se escribía, no era para nosotras, igual que no se escribía para todos los hombres.

¿Necesitamos otro vocabulario?
Más bien ajustar el uso de las palabras a una percepción más democrática de la estructura social, en todos los sectores. El uso gramatical del español es a favor del género masculino, considerándolo como neutro; por ejemplo, ¿no parece machista que «los hombres» incluya hombres y mujeres y «las mujeres» excluye a hombres? Es una sobrerrepresentación del hombre. Un monopolio masculino. ¿No sería lógico feminizar el lenguaje en un ámbito de la nutrición?
Inculcar lenguaje inclusivo es fundamental. Las palabras crean realidades, y en este caso un ámbito se está expresando como una concepción de hombre, centrada en lo masculino. El lenguaje nos mueve ideas, pensamientos y sentimientos, de esta manera definimos lo que nos rodea. Si no se menciona, no existe.
¿Cómo podría mejorarse el lenguaje?
Existen varias estrategias, como neutralizar el género (podemos decir «la presidencia»), identificar a cada persona o visibilizar ambos géneros (tratar a mujeres y hombres por igual en el lenguaje, como ‘todas/os ellas/os’). El más sencillo es quizá el primero. De todos modo, aunque el lenguaje es fundamental, no lo es todo para evitar sesgos
Habrá que empezar por algunos estatutos, para que sean más representativos. Pero entonces, asumiéndolo intrínseco a nuestra toma de decisiones, ¿qué más se puede hacer?
Buscar un punto ciego; por ejemplo, audiciones a ciegas o «currículums a ciegas»; es decir, cuando alguien aspire a un puesto importante, una ponencia o pertenecer a una comisión, que en su currículum no se especifique el género, eligiendo criterios cuantificables a la hora de promocionar. O que en lo equipos de captación haya al menos una mujer. De nuevo, Beatriz Sevilla en una ponencia en Naukas.
¿Y sería efectivo aplicar acciones afirmativas (discriminación positiva, para los muggles) como cuotas? Al final es una obligación institucional eliminar trabas y obstáculos en organismos o medios de comunicación, y hay colectivos que lo hacen. Incluso en nutrición, hay algunos ejemplos . ¿Igualdad de oportunidades será… 8/10 puestos para el 80% de la profesión y 2/10 para el 20%?
Las cuotas son efectivas, pero no suficientes. Lo que hablamos antes también podría funcionar. Y en conjunto, más. Pero vamos si un 80% de profesionales son mujeres, es más que razonable que se establezca ese valor de 8/10, por lo menos. Igualdad de oportunidades será 8 de 10 puestos para el 80% de la profesión y 2/10 para el 20%.
Además, imagínate. En un campo donde la relación es 4:1, aplicar un 1:1 es discriminatorio. Imponiendo un 1:1 se asume que el primer grupo está poco preparado, ¿no? Además estará infrarrepresentado.

¿Y en listas para elecciones son lógicas medidas tipo cremallera?
Sí, pero no 1-1, que es la que se entiende casi siempre. Sobre todo porque no se trataría de un terreno con igualdad numérica, como tratábamos antes. Se debe buscar una equidad real, una representación de la realidad. Deberían ser 2 – 1 o 3 – 1, en favor del sexo más amplio numéricamente.
¿Y estos números deberían permanecer impasibles?
Deberían ser acordes a la realidad estadística del sector, y normativizarse de manera intrínseca en los colectivos. Ahora estamos hablando de un 4:1, si en algún momento fuera 2:1, pues ese, aunque ahora suene poco probable. Al final, lo ideal es no infrarrepresentar a ningún género y evitar sesgos. Pero la realidad es que ahora mismo partimos de que un grupo de mujeres lo tendrá más difícil que un grupo de hombres para dirigir a un colectivo.
¿Deberíamos los hombres negarnos a participar en actividades con nula participación femenina?
Sí, de hecho, debería estar completamente prohibido y ser motivo de denuncia. Cuando, como personas, vemos situaciones de evidente desigualdad en los sectores en los que participamos, es nuestra responsabilidad el negarnos a asistir y denunciar la situación y a lo organizadores.
¿Deberíamos quejarnos cuando un medio de comunicación sólo se da voz a hombres? ¿Derivar cuando el medio nos llama y hay una compañera con más experiencia?
¿Por qué no lo hacéis ahora? Sobre todo en sectores como el vuestro, donde hay un número de mujeres perfectamente suficiente y, seguramente, sobradamente cualificado; son víctimas de discriminación. Si no te pones del lado de la persona oprimida estás de lado de la persona opresora, ¿no?
«No les deseo [a las mujeres] que tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas» (Mary Wollstonecraft)
– – – – – – –
Gracias a la Comisión Feminista de Totes Amb Burjassot (Marina Betoret Bea, Teresa Jordan i Pla, Inma Cuevas y Adrián Juste) por recoger el ofrecimiento tan de buena gana y, sobre todo, por querer acercar lo que saben al resto para conseguir un mundo más para todas. Especialmente a Marina, por su trabajo y, sobre todo, por las ganas con las que lo realiza.
Lo interesante sería que se hablara para todos y todas.
El problema de «todas» acabará terminándose.
Este año me he sorprendido al incorporarme al equipo docente de la Universidad de Alicante cuando en los grupos que tenía del prácticum de tercero de grado habían muchos hombres (en comparación a mi época de estudiante).
Tengo que decir que no me sorprendió en el momento, sino que fue al recordar a mis antigu@s compañer@s (en una clase de 60 alumn@s éramos unas 50 mujeres y unos 10 hombres aproximadamente).
Como sociedad todavía nos falta crecer y madurar. Y creo que respecto a este tema muchísimo más, sobre todo si queremos seguir avanzando.
¡Hola, Gemma! Gracias por pasarte a comentar 😛
Indepenientemente de que la tendencia a encontrar hombres estudiando NHyD sea mayor, la realidad es la que tiene que acotar cómo se lanza el mensaje cuando se hace una referencia como «lxs DN». Y la realidad es que decir «los DN» infrarrepresenta escandalosamente, sobre todo porque denota el sesgo de género inherente al español, que inunda el lenguaje colectivo. Aunque «los» significase plural genérico (que no es así, ya que los genéricos no tienen por qué ser necesariamente plurales, tipo «el colectivo» o «el alumnado» o «la profesión») la realidad es que sería más lógico decir «las DN» que «los DN», porque con «las» se destaca que la mayoría es femenina (y la mayoría femenina es amplísima en nutrición).
Creo que en este aspecto el colectivo debe de hacer autocrítica, sobre todo porque podemos destacar en ser una profesión feminizada pero, además, feminista. Un feminismo muy necesario en el mundo, y quizá hasta más en el mundo sanitario, que al final empuña muchas veces la bandera de la empatía, ¿no?
En fin, que lo que tú dices. Como sociedad nos falta muchísimo por crecer y por madurar.
¡Nos leemos la próxima vez! ¡Gracias de nuevo por leer y pasarte! :3
Muchas gracias Luis por luchar para que en esta profesión, y en el mundo en general, las mujeres tengamos el lugar que nos corresponde.
Gracias a hombres como tú, como Aitor, como Marc… puede que algún día a las mujeres que luchamos para que se nos de el mismo trato que a un hombre no parezcamos «unas locas resentidas con el género masculino», como nos etiquetan en muchas ocasiones.
Gracias, de verdad
¡Hola Irina! ¡Gracias a ti por pasarte! :3
Gracias a vosotras por mantener firme la lucha. Al final mi rol, como el de los compañeros, debe de ser de aliado en una lucha que lideráis (por supervivencia y porque debe ser así, vuestro el Norte, vuestra la representación y liderazgo).
Al final el empoderamiento llegará porque quienes nos supimos más poderosos por tener algo que nos cuelga entre las piernas nos hagamo a un lado, pero también porque habréis empezado (e, insisto, liderado) el camino que llevará a ese empoderamiento.
No será pronto, no será fácil, pero post como este (donde un grupo feminista externo que no sabe de qué va el mundo de la nutri da claves de cómo, mi rol ha sido únicamente de altavoz) espero que, al menos, hagan callar argumentos cuñaos’, que tan difícil lo hacen todo.
De nuevo, ¡gracias a ti por pasarte! ¡Y por tu lucha de cada día, y la de todas nuestras compañeras (tengamos algo que nos cuelga o no)! El mundo cambiará porque lo cambiemos 😉
Ha sido lerte y acordarme de esta parodia de José Mota xD https://www.youtube.com/watch?v=yHnEeIkvt0M
Forzar el lenguaje hasta la extenuación por bienquedismo es cuestión de mofa, es lógico. Es lo que ocurre cuando en realidad no se sabe del tema pero se quiere salir del paso.
Ahora bien, eliminar el lenguaje sexista no me parece, en ningún caso, algo con lo que bromear. Utilizarlo para hacer humor me parece más bien una cuestión de cuñadismo ideológico.
En muchos casos se usa lo de «compañeras y compañeros» porque aunque lo lógico es decir «compañeras» parece que los hombres llorarían afligidos por haber sido subyugados al poder femenino, pero las mujeres no tienen permitido hacerlo si se dice sólo «compañeros». Es un ejemplo más de lo inherente y asumido del lenguaje machista. Y de que existen personas feministas que aún reclaman como mejor nombre «igualitarismo». Es decir, que existen personas que hablan (y bromean) sin haber leído, sin saber y siendo prole sanísima del patriarcado viviendo inmersos en el machismo, sin tener especial interés en salir de ahí.
Nos vemos en el siguiente, JJ 😉